Historia
Hacia 1950 se conforma el asentamiento en el margen suroeste de la quebrada la iguana llamado Aldea de Ana, en 1789 poseÃa un total de 23 casas, en 1850 cuenta con una población aproximadamente de 2000 habitante, dos años más tarde se declara Distrito con el nombre de ciudad de Ana, en 1879 gracias a el desbordamiento de la quebrada la Iguana arraso con el asentamiento, algunos de los habitantes se trasladaron. En 1938 el barrio es anexada al área urbana, estos terrenos eran propiedad de las familias Burgos y cock Arango, quienes además poseÃan tierras en el Cerro El Volador.
A principios de los años 30, el padre German Posada, trato de conseguir un lote para la construcción de la iglesia, varias veces solicito un lote para poder construir y fueron denegados pos su dueño. En 1935 el señor Daniel Franco dona los terrenos para la construcción de la capilla. En 1942, el Aarzobispo Tiberio Salazar, autoriza la construcción de la capilla. Se conformo una junta Pro-capilla, integrad por Daniel franco y Paulino Vélez, primero se construyen unas escaleras de acceso al lote y hacen las cepas luego de varios años, se conforma una nueva junta con: Faustino Arango, Carlos Madrid, Liborio Gaviria, Ramón Muñoz, Angel Maria Cano y Antonio Toro entre otros y como tesorera queda Hilda Gaviria. Este nuevo comité, inicia la construcción de la capilla, en lo cual se utilizaron materiales procedentes de la quebrada la iguana. La bendición y colocación de la primera piedra, correspondió al presbÃtero Ignacio Duque.
SAN GERMAN DE CONSTANTINOPLA
Martirologio Romano: En Constantinopla, san Germán, obispo, el cual, insigne por su doctrina y virtudes, refutó con gran persuasión el edicto contra las imágenes sagradas promulgado por el emperador León el Isáurico (733).
Etimológicamente: Germán = Aquel que es un guerrero fuerte, es de origen germánico.
Nació el 635, siendo Heráclio emperador bizantino. Su padre fue un prestigioso patricio, llamado Justiniano, muerto alrededor del 669 por orden del suspicaz o envidioso emperador Constantino Pogonato.
De la vida y actividad de Germán antes de obtener su primera prelacÃa apenas sabemos nada. Dos documentos antiguos (un menologio y un sinaxario) nos ponderan su afición a las Escrituras y a la contemplación, su viveza de ingenio y experiencia de los negocios. En todo caso parece que ya antes del 711 era obispo de CÃzico, en el Helesponto. Poco después el monotelismo (herejÃa defensora de una sola voluntad en Cristo), aunque ya recibido el golpe de muerte en el VI concilio ecuménico de 681, revivió por corto espacio con el emperador FilÃpico (711-713), el cual presionó de tal modo a Germán, que el anciano prelado tuvo la debilidad de ceder en el sÃnodo de Constantinopla, año 712. Pero su reacción en pro de la ortodoxia fue rápida. Al subir al trono de Oriente el católico Artemio (Anastasio II) mejora la situación.
Depuesto Juan VI, patriarca heterodoxo de Constantinopla, es nombrado sustituto suyo, en 715, Germán, que cuenta ya unos ochenta años, pero cuyo espÃritu joven sabrá resistir los embates de sus adversarios en la época subsiguiente. Se suele colocar al comienzo de su patriarcado un sÃnodo de 100 obispos, donde habrÃan sido anatematizados los fautores del monotelismo, entre otros los antecesores de Germán en la sede constantinopolitana, Sergio, Pirro y Pablo. Pero, según Grumel, el documento de las Actas es, por lo menos, dudoso. Sin embargo, el repudio de aquella herejÃa se manifiesta en la carta del Santo a los armenios, de que hablaremos después. De todos modos, la gloria más excelsa de Germán es su actitud indomable ante la herejÃa iconoclasta, denominada asà por propugnar la destrucción de las imágenes (de Cristo y de los santos).
El furor de este movimiento, avivado por cierta tendencia oriental, idealista y antiplástica, data del siglo VIII. Sea por influjo de la actitud hostil de los árabes (para quienes el culto cristiano de tales representaciones sensibles equivalÃa al idolátrico de los paganos), sea por motivos religiosos de reforma (ante algunos abusos de la época en lo tocante a este culto), tal vez por razones polÃticas de cesaropapismo, o mejor aún por la educación del emperador León III el Isáurico (716-741) en un ambiente de paulicianismo maniqueo, lo cierto es que este prÃncipe desencadena una violenta lucha contra las imágenes en 725 con la adhesión de algunos obispos (sobre todo de Constantino de Nicolia, en Frigia), que quizá veÃan en el culto de los iconos un estorbo para la conversión de los infieles. Germán resiste desde el principio. Debió de ser bien doloroso para el Santo recordar la escena (a. 717) donde él mismo habÃa coronado a León, conforme al ceremonial católico, y donde el prÃncipe habÃa jurado retener la fe verdadera, decisión reiterada por él en carta al papa Gregorio II. Ahora, en 724-725, León cambia por completo y da comienzo a su campaña iconoclasta. Germán pone en guardia al PontÃfice y le informa de su resistencia al emperador; el texto de la carta se ha perdido, pero se conserva la respuesta del Papa, lleno de admiración ante la actitud vigorosa del patriarca, que contaba entonces unos noventa años: "cada hora me acuerdo de tu entrega y considero mi más sagrado deber el saludarte como a hermano mÃo y propugnador de la Iglesia".
También se conservan otras tres cartas del Santo referentes a esta misma controversia. Una a Juan, metropolitano de Synades, a propósito del ya citado Constantino de Nicolia, hostil al culto de las imágenes; otra a éste, recordándole las promesas hechas a Germán de cesar en su actitud iconómaca, y la tercera a Tomás de Claudiópolis: en esta última principalmente se esfuerza el patriarca en demostrar por la Escritura y los Padres que la honra tributada a las imágenes de Cristo, la Virgen y los santos no es idolatrÃa, sino culto dirigido al prototipo a través de la representación sensible.
Más emotiva es la admonición al mismo emperador (17 de enero del 730), donde el casi centenario prelado se declara dispuesto a morir en defensa del culto de las imágenes: hermoso es dar la vida por el nombre de Cristo, impreso en su efigie externa. Tal grandeza de alma, junto con el apoyo que el Papa y San Juan Damasceno prestaban al patriarca, contiene a León de tomar decisiones demasiado violentas, pero manifiesta su deseo de que Germán señale sucesor en la sede constantinopolitana. Finalmente, en una reunión celebrada por el emperador, el noble anciano, despojándose de su ropaje episcopal, concluye un largo discurso con estas palabras: "Si soy como Jonás, que se me arroje al mar; pero harÃa falta un concilio ecuménico para que yo cambiara mis creencias". Después se retira a Platanión, finca de familia, cercana a la capital, y allà muere en 733.
Las epÃstolas dogmáticas de Germán fueron leÃdas y aprobadas con cálidos elogios en la cuarta sesión del segundo concilio Niceno (ecuménico 7.°) el año 787. Otra carta a los armenios defiende la doctrina calcedonense sobre las dos naturalezas en Cristo, rechazando, por otra parte, toda sospecha de nestorianismo. También se explica en ella el dogma cristológico de las dos operaciones y dos voluntades, lo cual es una abierta repulsa del monotelismo.
De vitae termino es el tÃtulo latinizado de un diálogo del Santo, donde se justifica el proceder de la divina Providencia al asignar a cada hombre diferente duración de vida: tal discrepancia no proviene de la ciega casualidad; todo está previsto y decretado por Dios. Otro escrito teológico-histórico de Germán enumera concisamente la serie de herejÃas aparecidas a lo largo de los siglos y los sÃnodos celebrados para combatirlas.
Especial interés reviste el aspecto oratorio-pastoral del patriarca. Los nueve sermones que llevan su nombre revelan un estilo cuidadoso y una retórica a tono con el ampuloso ambiente literario de la época. El género dialogado, que ya en el siglo IV ocupa un puesto de honor en la homilética, toma, a partir del siglo siguiente, un carácter "nuevo, poético y afectivo". Fecioru nos ofrece recientemente un ejemplo, al editar (en el texto griego de Migne, completado con el del códice gr.964 de la AcademIa Rumana) un sermón de Germán acerca de la Anunciación.
Desde el punto de vista doctrinal son importantes sus sermones mariológicos, por ejemplo en lo tocante a la mediación universal de la Virgen. Dos de ellos, consagrados a la muerte (= Dormición) de Nuestra Señora, son buen testimonio de la creencia del docto y piadoso patriarca en la asunción corporal y en la realeza de la Madre de Dios. Los golpes de la corrupción no podÃan quebrar el vaso de la divinidad, ni el cuerpo virginal, todo casto y santo, iba a resolverse en polvo, como el de la antigua Eva, madre del polvo. No asà MarÃa: Madre de la Vida y de la luz, es transportada al paraÃso, llenándolo de su propia gloria; es el tránsito al descanso celeste y a las delicias de Dios.
(Tomado de Catholic.net)